Hola amigos Bulletianos.
Como todos sabemos y nos encanta, siempre existe un buen motivo para encender la parrilla. El cumpleaños de la dueña de casa, una reunión con los amigos, el día de la Madre, un partido de la selección o un asadito para el 18 que ya se nos viene… Ya sea en el patio de la casa, en el balcón del departamento, en medio del campo, con carbón, leña e incluso, cometiendo la herejía de hacer un asado con una parrilla a gas; existe un personaje que no podemos olvidar y es el protagonista silencioso de cada asado.
Nos referimos a esa persona que cada vez que nos juntamos para disfrutar de un asadito, pone su reputación en juego. Es un jugador solitario, que lleva sobre sus hombros todo el peso del éxito o fracaso de la reunión. Damas y caballeros, este personaje es el “asador”, también conocido como “el parrillero”.
Existen varios tipos: están los metódicos, los acelerados, los nerviosos, los relajados y hasta los que creen que se las saben todas…
Protagonista silente, al que los amigos intentarán por todos los medios de mantener bien “hidratado” para que el asado quede delicioso, el parrillero es aquél que en invierno muere de frío y en verano se cocina junto con la carne.
Para que el asado quede perfecto, dependerá de múltiples variables: buen carbón, un buen fuego, la altura de la parilla, la carne, etc; El asado es complejo, difícil, no es cualquier cosa, no es para todos. “Yo la quiero jugosa” dice alguien por ahí, la suegra la quiere “cocida” y a varios les gusta “a punto”. El trabajo del parrillero no es nada fácil.
Hasta el asador más experimentado esconde, cada vez que se enfrenta a la compleja tarea de “parrillar”, un poquito de miedo, incertidumbre y tensión. Los asistentes al evento tendrán sus ojos puestos sobre él. Si el asado queda rico, todos felices y hasta será aplaudido. Si sale mal, se quema o queda duro; hasta los amigos que lo acompañaron durante la preparación podrían abandonar el barco, dejándolo solo y marcado para futuras reuniones.
Pero el parrillero es fuerte, sabe levantarse y seguir adelante. Un tropezón, cualquiera
puede dar en la vida.
La verdad es que no importa mucho cuál sea el resultado final, lo que realmente cuenta y es la finalidad del asado, son las horas compartidas, la conversación íntima, los abrazos, los sentimientos, los brindis, los recuerdos y hasta algunas lágrimas de emoción junto a las brasas.
El trabajo del auténtico asador nos une a todos cariñosamente. Nace desde lo más íntimo
de su corazón. Se “parrillea” con cariño y amor. El asador lo sabe y nosotros también.
“¡Preparen las marraquetas que ya sale el choripán!”
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